martes, 14 de octubre de 2003

Sergio y el doctor.

El miércoles fue un día bastante accidentado, porque uno de mis niños decidió tirarse por el tobogán de cabeza, y aterrizar sobre su ceja izquierda.

Vereis, Sergio es un niño bastante tímido, que no se despega de mi falda ni con agua caliente. Allá donde yo vaya, va él. Ni siquiera quiere ponerse en la fila a la hora de salir si no es de mi mano. Y cuando les toca informática, o psicomotricidad con el maestro de apoyo, llora porque se quiere quedar conmigo. Bueno, pues el miércoles decidió "independizarse". Se fue al tobogán, subió, y se lanzó de cabeza olvidando poner las manos delante para frenar la caida. Yo lo vi en el momento en que aterrizaba, y me temí lo peor :( Cuando llegué estaba sangrando y, por encima de la brecha que se había hecho, le estaba empezando a salir un chichón que, además, ya se veía morado. Mientras yo lo lavaba un poco, el maestro de apoyo se fue a por el botiquín, y después, a llamar a los padres por teléfono. Pero no estaban, porque se habían ido a trabajar. Así que dijeron que llamáramos a la tía del niños. Pero tampoco estaba. De modo que fuimos a hablar con el director para decir que nos llevábamos al niño al consultorio médico. El director del colegio dijo que no era necesario, que no parecía nada grave, pero a nosotros nos asustaba que el golpe en la cabeza pudiera tener consecuencias, de modo que nos fuimos (después de organizar con quien se quedarían el resto de los niños).
Nada más entrar en el consultorio, vimos a dos señoras mayores sentadas en la sala de espera, que nos dijeron "si vienen para una cura, no empiezan hasta las doce y media" (eran las doce menos cinco) mientras nos miraban con cara de estar pensando "ni se os ocurra pasar antes que nosotras"; pero no las hicimos ni caso, y nos acercamos al mostrador de la enfermera. Su primera pregunta fue si habíamos traído la cartilla de la seguridad social del niño. Le explicamos que no, que no éramos sus padres, sino sus maestros, y que el niño se había caído en el colegio. Ella insistió en que necesitaba la cartilla, y nosotros en que no la llevábamos. Nos preguntó (a todo esto, Sergio seguía sangrando) si al menos estaba empadronado en el pueblo. "No lo sé, ya le he dicho que no soy su madre. Pero si está matriculado en el colegio público de este pueblo, supongo que estará empadronado aquí".
Bueno -nos dijo ella no muy convencida- pasad a esta sala.
Y cuando ya estábamos dentro añadió "no, mejor a esta otra". Y en ese momento apareció el médico (bueno, ahora tengo mis dudas de que lo sea, pero en ese momento lo di por supuesto) un señor inmenso, más alto que el tobogán, y muy gordo. Si a mí (que decir que soy "corpulenta" es una forma fina de describirme) me pareció impresionante, ¿os podéis imaginar lo que le parecería al pobre Sergio, tan pequeño, delgaducho y "escuchimizao" como es?
En fin, el médico nos pidió que lo tumbáramos en la camilla, y chapurreando español (no sé de donde es) nos preguntó lo que había ocurrido. Se acercó para mirarle la herida, pero no demasiado, supongo que para no mancharse. Se fue de la salita, y volvió al momento con un algodón empapado en betadine, con el que le dio tres o cuatro "toques", como pinceladas. Luego, se alejó unos pasos para observar el resultado de su obra.
Nos dijo que no consideraba necesario darle puntos, después de lo cual quedó unos instantes en silencio. Y, tras meditarlo, se fue. Volvió un momento después, con una de esas tiritas de puntos adhesivos en la mano. Esas que son estrechas y largas. Y se la colocó sobre la herida. Pero entonces descubrió que era demasiado larga, y la cortó, acercando las tijeras peligrosamente al ojo del niño, que trataba de apartar la cabeza, aterrorizado. Volvió a observar su obra desde una prudente distancia, y se acercó de nuevo para colocar otro punto adhesivo, y seguidamente cortarlo de nuevo (seguía siendo demasiado largo). Entonces, salió de nuevo de la salita, y mientras pudimos oir a la enfermera discutiendo con las dos señoras de la sala de espera. Les decía que se fueran, que ese día no iban a pasar visita, y que volvieran el viernes.
Cuando volvió el doctor, llevaba en la mano una nueva tirita, esta vez cuadrada, y se dispuso a colocarla sobre el chichón. Antes de que lo hiciera, mi compañero le interrumpió:- ¿No debería poner algo en el chichón, trombocid, por ejemplo?
- Bueno, -respondió el médico- ¿vosotros tenéis?
Le dijimos que sí, pero que en el colegio, y él añadió
- Y si no, que la compre la madre en la farmacia. - Y puso la tirita.Volvió a contemplar su obra, pero no debió convencerle, seguramente no tenía el equilibrio necesario, porque cogió de nuevo la tirita estrecha, la de los puntos, y le pegó un trozo atravesado, para "sujetar" las que ya había puesto.
Miró el resultado, sonrió satisfecho, y nos dijo que ya nos podíamos ir. Y justo cuando levantábamos a Sergio de la camilla, nos detuvo:
- No, no, esperad un momento, tumbadlo de nuevo.
Y así lo hicimos. Nos dijo que le iba a limpiar la sangre, porque si no su madre se podía asustar cuando lo viera (claro que, entre tanto vendaje, era difícil ver al niño) y salió de nuevo de la sala.Volvió con un algodón con el que frotó enérgicamente la parte de la herida que sobresalía entre las tiritas. Y, por el olor, el otro maestro y yo descubrimos, horrorizados, que era ¡¡¡alcohol!!! El pobre Sergio hasta el momento no había llorado. Pero entonces empezó a temblarle la barbilla, y dos lagrimones le cayeron por la cara. ¡¡Pobrecito!!Entonces sí que nos dijo que habíamos terminado. Que podíamos irnos, y decirles a los padres que lo llevaran al consultorio al día siguiente, jueves. "¿A qué hora?"
- No, mejor el viernes -rectificó el doctor.
- Pero, ¿a qué hora?
- No, mejor el jueves
- Si, vale, pero, ¿a qué hora?
- No lo sé. Un momento.
Después de consultar con la enfermera, que había traído un papel a su mesa, volvió, y nos dijo que "a cualquier hora, porque, como mañana es fiesta..."Le preguntamos si nos tenía que entregar el papel ese, y dijo que si. Se sentó, y comenzó a escribir: "niño de... ¿cuantos años? ¿tres?... venido con maestros por herida en... ¿izquierda o derecha?... ah, vale, en el parpado superior izquierdo..." Nosotros nos mirábamos pensando "no es el párpado, es la ceja" pero lo dejamos estar. Y entonces yo le pregunté si tenía que decir a los padres que observaran al niño, por si se mareaba, por si tenía más sueño del normal... en fin no soy médico, ni siquiera madre, pero el curso pasado también se golpeó la cabeza una de mis niñas, y fue lo primero que me dijeron. Pues este respondió "no, no hace falta..."
Antes de salir tuvimos que soportar uns discusión entre el médico y la enfermera, acerca de si debían darnos el original o la copia de su escrito, y, mientras salíamos, todavía tuvimos que escuchar a las dos mujeres de la sala de espera (que no se habían ido) diciendo muy irritadas "está visto que aquí, entras con sangre y te atienden en seguida"... En fin, sin comentarios...

Por suerte el niño está bien, y hoy ha vuelto a clase. Eso sí, durante el fin de semana, ¡¡¡le han dado puntos!!!!

Maestla

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